lunes, febrero 20, 2006

EL ETERNO BURDEL DEL CINE CHILENO


Prácticamente no hay película chilena donde no aparezca una prostituta. Desde “Julio Comienza en Julio” hasta "Padre nuestro”, de próximo estreno, las trabajadoras sexuales son protagonistas y una suerte de icono de nuestra cultura audiovisual. Striptiseras, topleteras, cabareteras, chicas de la calle, de saunas o casas de masaje, desfilan asiduamente en las cintas rodadas en nuestro país.

“¿Creí que esto es un paseo? Este es un trabajo como cualquier otro. ¡Y te vai a tener que esmerar por la chucha!...”
(María Izquierdo, “Leila”, en “La Fiebre del Loco”)

por Daniel Olave M.

En 1925 fue creado el primer organismo de censura cinematográfica en Chile bajo el gobierno de Arturo Alessandri, cuya misión era prohibir aquellas películas “contrarias a la moral, a las buenas costumbres y a la seguridad y tranquilidad del Estado”. Al año siguiente, cayó la primera película nacional bajo sus garras. En 1926, el Consejo de Censura se espantó al revisar “La última trasnochada”, el último trabajo de Pedro Sienna (el mismo de “El Húsar de la Muerte”).

En el film, Pablo (Sienna), el protagonista, es un hombre de buena familia dedicado a la bohemia. A pesar de estar enamorado, pierde a la joven por no poder dejar su vida licenciosa. Ella se casa con otro y Pablo cae aún más bajo. En una de las primeras escenas de la película, el protagonista estaba en un cabaret con una bailarina sentada en sus rodillas. Le quitaba a la chica uno de sus zapatos y lo usaba para beber champaña de él. Esa escena tuvo que ser cortada.

Bailarinas de cabaret, putas callejeras y marginales, stripstiseras, topleteras, copetineras, chicas de compañía, sauna o casa de masajes, prostitutas en general han existido siempre en el cine chileno. Y si uno se atiene a las películas de los últimos 30 años, pareciera ser el personaje más recurrente y representativo. Desde “Julio comienza en Julio” a "Padre nuestro", uno de los primeros estrenos del 2006, las trabajadoras sexuales son protagonistas y una suerte de icono de nuestra cultura audiovisual. Una imagen recurrente y que parece ineludible a la hora de mostrar la represión, el abuso de poder y el tan mentado doble estándar, la hipocresía nacional.

No deja de ser curioso que, en los filmes chilenos, la encarnación de la posibilidad de liberación sexual de sus personajes esté representada muchas veces por prostitutas. En un cine plagado de personajes reprimidos o frustrados, la vía de escape preferida e incluso la oportunidad de perder la virginidad, siguen siendo “las mujeres de la vida”. Ya sea en el caso de adolescente hijo de un dueño de fundo en Julio Comienza en Julio de 1976 o el joven de provincia que es llevado por su propio hermano a descartucharse con una profesional en Los Debutantes de casi tres décadas más tarde.

BURDEL, BOITE Y SAUNA

En “El roto”, de Alberto Daiber, estrenada el año pasado, un prostíbulo ocupa un rol principal en la historia. Según la adaptación de la novela de Joaquín Edwards Bello, en esta “casa de putas” típica del Santiago de la primera mitad del siglo pasado, vive la protagonista, Clorinda (María Izquierdo), viuda del hermano de la dueña del burdel, encarnado por la cantante Carmen Prieto. Además, una de las niñas del lugar, Patricia López, es el amor del hijo de la protagonista, en este drama sobre personajes marginales que luchan sin éxito para superar las desgracias de su condición.

En los tiempos del cine mudo, dos años después de la ya citada “La última trasnochada”, una nueva película fue pasto de la censura nacional. En “Vergüenza” de Juan Pérez Berrocal, un pionero del cine chileno con sede en la bullente capital cinematográfica de Antofagasta, el protagonista era un minero que se volvía loco por culpa de la sífilis que contraía en un prostíbulo. Para más remate, su noble esposa, al quedar abandonada, debía trabajar en un burdel para poder sobrevivir. La cinta finalmente fue aprobada, pero no sin la obligación de poner un cartel con la advertencia: “inconveniente para señoritas”.

El cine chileno de los años 40 y 50 con sus comedias ingenuas y populistas no registran este tipo de personajes, que reaparecen merced a los registros con intención realista de fines de los años 60, en trabajos como “Largo Viaje” (1967), de Patricio Kaulen o “Valparaíso Mi amor” (1969), de Aldo Francia.

Pero es en “Julio comienza en Julio” (1976), de Silvio Caiozzi, donde reaparecen en un rol protagónico. Esta es la historia de la poderosa familia de latifundistas los García del Castaño, donde Don Julio (Felipe Rabat) es el autoritario patrón de la comarca y que cuando su hijo Julito (Juan Cristóbal Meza) cumple los 15 años organiza una enorme fiesta donde la atracción principal son las meretrices del pueblo. Julito conoce y se enamora de María (Shlomit Baytelman), la más joven de las prostitutas, sólo para sufrir una dura lección sobre el orden impuesto por la clase a la que pertenece y que le deja claro que hay mujeres de las cuales gente como ellos no se pueden enamorar.

Estrenada en 1979, “Julio...” es prácticamente la única película estrenada en esa década. En los años siguientes tampoco hubo muchos estrenos, pero uno de los pocos y el más exitoso de los años 80 es “Como aman los chilenos”, de Alejo Alvarez. Estrenada en 1984, está basada en un best seller de Jorge Sasía y pretende, de modo torpe, ingenuo y con un estilo sacado del sketche, revelar la hipocresía nacional y las costumbres sexuales de nuestro país. Entre sus innumerables y ridículas secuencias, desfilan gran cantidad de prostitutas que rebelan el licencioso comportamiento del chileno medio.

"Sussi”, de Gonzalo Justiniano (1988) otro gran éxito de taquilla de esos días, también pretendía mostrar algunas características del ser nacional a través de la fábula de Azucena (Marcela Osorio), la ingenua y sensual niña de provincia que llegaba a Santiago en busca de una mejor vida y que terminaba siendo usada por los hombres, pasando de objeto sexual a símbolo nacional a través de una facistoide campaña del gobierno. Sussi encuentra trabajo en un cabaret entre sórdido y existencialista, que da inicio al recurrente escenario que estará en tantas películas chilenas: el cabaret o la boite, con copetineras y bailarinas semidesnudas.

Desde entonces son múltiples las películas donde aparece este tipo de lugar. Como en “¡Viva el novio!”, de Gerardo Cáceres (1990), en que Cristián García Huidobro encarna al Pelao Infante, que tras un escándalo el día de su matrimonio, comienza un pícaro deambular que, por supuesto, incluye el paso por uno de estos infaltables cabarets con sus amistosas acompañantes.

Al año siguiente, nuevamente García Huidobro es uno de los actores de una comedia, donde reaparecen las prostitutas como personajes protagónicos. En “Los Agentes de la KGB también se enamoran”, de Sebastián Alarcón, Sergei Gazarov es Misha, un inútil espía ruso que aterriza en una casa de masajes regentada por Gloria Munchmayer, y donde trabajan varias “niñas”, encarnadas entre otras, por Catalina Guerra y Elvira López. El protagonista se enamora de una de ellas, Paola (Luz Croxatto), que es una buena chica que se prostituye para pagar su departamento. Pareja de un tipo fresco y explotador (García Huidobro), ella será "salvada" por el amor del bonachón un agente ruso.

DE ORNELLA MUTTI A ANITA ALVARADO

Ya en los últimos años, el desfile de prostitutas se hace recurrente y prácticamente inevitable. Las hay en cintas tan disímiles como "Horcón" (2005), de Rodrigo Goncalez; “Hay algo allá afuera” (1990), de Pepe Maldonado ; “El Hombre que Imaginaba” (1998), de Claudio Sapiaín, con Aline Kuppenheim como una rubia prostituta intelectual o “Monos con Navaja” (2000), de Stanley, donde están encarnadas por las únicas mujeres del film, Berta Lasala y Carolina Fadic, como Josefina, que al ser encañonada por unos mafiosos susurra entre lágrimas una frase inolvidable: “Somos putas, pero somos buenas”.

En “Tierra del Fuego” (2000), de Miguel Littin, Ornella Mutti es Armenia, quien encabeza una troupe ambulante de prostitutas que llega a las tierras australes para divertir a colonos y aventureros. Al año siguiente, en “La fiebre del loco”, de Andrés Wood, una vez más aparecen las prostitutas ambulantes que llegan hasta los rincones del sur de Chile para ofrecer sus servicios entre los hombres de una caleta que vive días de abundancia.

El grupo, entre las que se encuentran Patricia López y Mariana Loyola tienen de líder a Leila (María Izquierdo), que se luce con algunos de los mejores textos del film (como el genial: “¡Y te vai a tener que esmerar por la chucha!”), incluyendo un monólogo donde analiza cínicamente las relaciones de pareja, para terminar reivindicando, a pesar de todo, el amor.

Las cortesanas desfilan, entre otras, en cintas como “Last Call”, de Christine Lucas, en la que el estadounidense Peter Coyote realiza una incursión nocturna en el mítico Nautilus, donde las chicas nadan desnudas al interior de unos acuarios. Y también aparecen en “Historias de Sexo”, “Coronación”, “Gringuito” (Alejandra Fosalba) “Paraíso B”, “Subterra” (Berta Lasala) y “Negocio redondo”, de Ricardo Carrasco, donde son personajes protagónicos. Parte importante de la acción transcurre en un prostíbulo, donde uno de los protagonistas, Luis Dubbó, tiene a su novia: Mariana Loyola.

Recientemente, Viviana Rodríguez encarnó a Gloria, una prostituta VIP en “Gente decente”, de Edgardo Viereck. El film gira en torno a Andrés (Luciano Cruz Coke), un abogado exitoso que en su despedida de soltero se enreda con Gloria, quien al ser asesinada, envuelve al protagonista en una turbia aventura criminal. Y en “Be-Happy”, de Gonzalo Justiniano, Cathy (Manuela Martelli), es una adolescente que sufre todo tipo de desgracias, y que finalmente, termina prostituyéndose en las calles de Valparaíso.

De entre las películas de los últimos años destaca “Los debutantes” (2003), de Andrés Waissbluth, cuya trama principal está ambientada en el sórdido mundo de la prostitución. La vida de los protagonistas, dos hermanos, se complica cuando visitan una boite donde baila Gracia (Antonella Ríos) la amante del regente del lugar. El espectáculo de la protagonista totalmente desnuda y sólo cubierta de espuma – además motivo central del afiche del film- se convirtió en un clásico automático del imaginario audiovisual.

Supuestamente inspirado en un show de verdad, se convirtió en un número ofrecido en varios locales santiaguinos y más de una trabajadora sexual se publicita en internet con fotos donde aparece desnuda con espuma, al igual que en la película. Además, en la cinta aparece actuando nada menos que Anita Alvarado, famosa por un pasado de prostitución en Japón y hasta vinculada en una investigación de trata de blancas. La “Geisha chilena” es Solange, la puta encargada de desvirgar a Víctor (Juan Pablo Miranda) en una breve escena donde hace gala de su diestro manejo en estos menesteres, poniéndole un condón con la boca al protagonista. Y de paso, se convirtió en la primera ex prostituta que encarna un personaje similar en la historia del cine chileno.

5 comentarios:

Jorge Enrique Díaz Pérez dijo...

Buen punto, no me había detenido a analizarlo de esa manera. Es cierto que hay harto marketing (el plan PP -poto y pechuga- vende) y todo eso, pero hay algo más. No por nada, a las obras de Marco Antonio de La Parra o a los libros de la Pamela Jiles les va como les va...

Saludos

Jorge Saavedra dijo...
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Jorge Saavedra dijo...

Hola.
Me resulta muy grato el enterarme que tienes Blog, ya que desde que leía los suplementos de “La Tercera” y escuchaba el “Viaje al fondo del mar” que sigo tu carrera.
También tengo tu libro “Chile v/S Hollywood”, donde siempre releo los capítulos dedicados a “Missing” de Costa Gravas y el abortado proyecto cinematográfico de Jodorowsky con “Dune”.
Espero que deambules por mi humilde guarida virtual, donde la figura fantasmagórica del poeta Enrique Lihn hasta los etéreos compases de Cocteau Twins se hacen presentes. Ojalá puedas darle un chequeo reposado.

¡Salu2 Cinematográficos!

Julio Osses. dijo...

Compañero.

Que bueno verlo por el barrio.
Desde ya lo linkeé en mi humilde mediagua, y te invito a que pases por allá a escuhar mi flamante enjundio radial cibernético (en una de esas te animai a armar uno tu mismo...)

Un abrazo.

Jorge Enrique Díaz Pérez dijo...

Gracias por la corrección sobre el festival...

Saludos,