lunes, julio 31, 2006

CINE CHILENO: ¿INDUSTRIA ME DIJO?




Publicado en revista "City" N°1

Los excesos de entusiasmo son tan nocivos como el fatalismo autodestructivo que a veces parece asaltar a distintos actores del medio audiovisual chileno. Mientras algunos prefieren adoptar el cliché del nuevo “boom” del cine chileno a riesgo de volver a pegarnos un guatazo como tantas veces antes; otros, simplemente descreen de cada nuevo paso, sintiéndose responsables de alertar sobre los falsos profetas y dejar en claro que aún en Chile, en lo que a cine se refiere, no le hemos ganado a nadie.

Y bueno, hay que ser claro en una cosa: no tenemos una industria de cine en Chile. Quizás nunca la tengamos. Simplemente porque desde nuestra condición de país tercermundista jamás tendremos la posibilidad real de desarrollar una. No somos Estados Unidos –por suerte-, ni tampoco la India, con esa industria local enorme o Hong Kong con un enorme mercado cautivo. Y es prácticamente imposible tener una real industria del cine (con grandes estudios y compañías productoras, con grandes recursos para producciones comerciales), por la misma razón que Chile nunca será una potencia atómica o desarrollará su propio programa espacial.

Lo que hemos estado presenciando en el último tiempo no es el nacimiento de esa industria, pero sí la creciente profesionalización del área audiovisual. Y eso no es nada de malo. Esto incluye desde la ley del cine (que vela por contratos, imposiciones y reglamente horarios para los trabajadores del área), hasta el surgimiento de especializaciones que son de primera necesidad: como la producción ejecutiva o el guión.

Hace poco un conocido actor me comentaba –a raíz de la polémica por las críticas a “Fuga”- que nadie habla de aquellas producciones que respetan los horarios, pagan a tiempo y funcionan correctamente en lo laboral. “Eso también es un aporte al avance del cine chileno”, decía.

El cine es arte. Identidad nacional. Es bonito. Etcétera. Pero también hay que pagarle a la gente. Hacer las cosas bien. Y hacerlas con las personas adecuadas. Que sea el productor el que se encargue de conseguir el financiamiento, mientras el director dirige. Y que sea un guionista el que escriba. Ya está quedando atrás, por suerte, esos proyectos que por necesidad, urgencia, circunstancias –y a veces también por ego- eran pensados, escritos, producidos y dirigidos por una misma persona. Y muchas veces, esa persona era la única que lo apreciaba.

Y claro, falta mucho, los boom son pasajeros, hay que andarse con cuidado, no creerse el cuento, no soñar a lo Hollywood style y avanzar de acuerdo a nuestras reales posibilidades. Sin olvidar tampoco que el cine aún trata de historias. De cuentos y sueños. Pero que si se profesionalizan, estos puedes salir mucho mejor.

miércoles, julio 26, 2006

NO ES UN PAJARO, NO ES UN AVION...

Ilustración: Curt Swan (DC COMICS)



Pese a las parodias de Fontanarrosa y Don Ramón, el chico de la capa sigue siendo el máximo exponente de una nueva mitología de la cultura pop. El intento de Bryan Singer puede ser visto como un sentido homenaje al que por tantas décadas ha sido el héroe de millones.

por Daniel Olave

Publicado en el diario La Nación el 14-07-06

¿Alguien puede no conocer a Superman? La letra “S” roja en el escudo de fondo amarillo, es junto con el logo de Disney y el de Coca Cola, una de las marcas más reconocidas en el mundo. Y su popularidad se mantiene a pesar de que para muchos es una suerte de boy scout -lejos del realismo sucio de otros héroes más cool, como por ejemplo Batman-, un defensor del capitalismo y del fascismo más pro yanqui.
Su identificación con lo más kitsch del patriotismo gringo lo ha convertido en una caricatura de sí mismo, en una figura denostada y muchas veces ridiculizada. ¿Algunas de las mejores parodias? El “Sperman” de Fontanarrosa y el “Super Sam”, encarnado por Ramón Valdés en los programas de Chespirito.
Pero mal que mal, sigue siendo el máximo exponente de una nueva mitología de la cultura pop. Desde que fue concebido hace casi 7 décadas por dos chicos de 18 años que soñaban con publicar sus historietas, Superman nunca ha dejado de estar presente. Lo que Jerry Siegel y Joe Shuster publicaron por primera vez en 1938, no sólo fue el primer súper héroe de la historia del cómic, sino el fundador y molde de un verdadero arquetipo de la cultura contemporánea.
Como sus fuentes de inspiración -Hércules y Sansón, entre otros-, lo que habían creado era un ser mítico, que desde las páginas de una revista pasó a convertirse en un ícono a nivel mundial y en el origen de un nuevo género. El de los superhéroes, una forma de mitología moderna, un fenómeno sociocultural y un tremendo negocio para la industria editorial.
Desde entonces nunca ha dejado de estar presente en las revistas de comics. Y como dibujo animado, serial para el cine (en los 50), películas de largometraje (en los 50, los 70 y el 2006), series de TV (en los 50, el 88, el 93 y el 2001) y hasta una comedia musical en los 60 (“It’s a bird, it’s a plane, it’s Superman”).
Aquellos que crecieron viendo los cómics que dibujaba Curt Swan (y que llegaban a Chile vía la vieja Editorial Novaro) o disfrutaron de la puesta al día que le dio John Byrne, los aportes de Alan Moore (como la bella historia “¿Qué ocurrió con el hombre del mañana?”) o el arte de Alex Ross, saben que el manido personaje ha tenido sus momentos. Como en el cine, con la insuperable “Superman 2” luchando cuerpo a cuerpo con el mejor súper villano de todos los tiempos, encarnado en Terence Stamp. Por lo que el intento de Bryan Singer de hacer un compacto sincrético de su larga leyenda en la más reciente película para el cine, puede ser visto como un sentido homenaje al que por tantas décadas ha sido el héroe de millones. La encarnación de las fantasías de cambiar una existencia común y corriente por aventuras ilimitadas y que entre menos parece un extraterrestre y más un ser humano, se hace más interesante.