lunes, diciembre 19, 2005

PAPA MONO


King Kong, hoy resucitado en plan de titánica súper producción por Peter Jackson, es uno de los mitos más poderosos del cine. La bestia que rapta a la bella y huye por los rascacielos de Nueva York es uno de esos momentos epifánicos de la pantalla grande. Y aunque todos saben que el gorila gigante muere tirado en pleno Manhattan, está más vivo que nunca.


Son muchos los teóricos del cine que a lo largo de la historia del Séptimo Arte han destacado la analogía entre el cine y los sueños. Y el estudioso de la cultura de masas, Roman Gubern hace hincapié que de ahí que en la pantalla, como en la experiencia onírica, lo insólito, lo ilógico y la violación de las leyes naturales resulten perfectamente aceptables. Sólo por eso, “nadie cuestiona en una sala de cine la aberración zoológica llamada King Kong ni el que, entre millones de ventanas que hay en Nueva York, el gorila gigante acierte sin esfuerzo a localizar aquélla de la habitación en que se haya su amada”.

Y el crítico argentino Diego Curubeto en su libro “Cine Bizarro” dice que “la imagen de la diminuta Fay Wray siendo atrapada, desvestida y olfateada por el simio gigante es una de las más bizarras pasiones jamás imaginada: la idea del mono monstruoso enamorado de la rubia gigante es absolutamente absurda, pero evidentemente logró tocar algún resorte oculto en la mente de millones de espectadores, convirtiendo a King Kong en una de las películas más famosas de la historia del cine”.

Como sea. Aquella película de 1933, que hoy recrea fastuosamente Peter Jackson, como si hacer la trilogía de “El señor de los anillos” no fuera suficiente, es uno de los grandes iconos del cine mundial. Un clásico convertido en pedazo de cultura pop. En un mito que trasciende la pantalla y se posiciona en recónditos terrenos entre el sueño, el inconsciente y la memoria colectiva, provocando temor, excitación y otros múltiples estímulos sicológicos.

LA BESTIA SUELTA

Algo hay en la presencia de estos animales fascinantes, tan semejantes al ser humano. Antes de su descubrimiento (relativamente reciente para la zoología, en 1902), cundían los terribles relatos y las leyendas sobre un ser medio hombre y medio simio que raptaba mujeres en la profundidades de Africa. Y otros mitos orientales hablan de un mono gigante que habría dado origen a la historia de King Kong y que han resultado tener un origen científico (ver recuadro). Como sea, la fascinación y el temor del animal más parecido al hombre, están conectados a la idea del salvajismo que hace tan poco abandonamos (¿lo hicimos?), cuando definitivamente nos bajamos de los árboles y comenzamos a caminar erguidos hace unos cuantos millones de años.

El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante dice que Kina Kong es “una de las películas más fascinantes, inolvidables y bellas de la historia del cine”, y que junto con el cuento de Edgar Allan Poe “Los crímenes de la calle Morgue”, es la “creadora del mito del animal poderoso y cercano al hombre que viene de la selva a poblar las pesadillas de una gran ciudad”.

Esas conexiones son las que debe haber tocado el film realizado en 1933 por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedesack, que en plena Gran Depresión hizo al público aterrorizarse y encantarse, en una aventura colosal, llena de acción y hoy inolvidable gracias a la criatura que cobró vida merced al genio de Willis O’Brien. Merian C. Cooper, era un documentalista que aprovechó un viaje al África como consultor en el rodaje de una película, para dedicarse a la observación de la vida de estos grandes simios en 1929. Cuando es llamado por su amigo, el poderoso productor de Hollywood, David O. Selznick a los estudios RKO, Cooper comenzó a desarrollar su máximo proyecto.

La idea de Cooper fue desarrollada a nivel visual por una serie de ilustraciones de Willis O’Brien, un experto en animaciones que ya había hecho en 1925 los dinosaurios del filme “The Lost World”. O’Brien, junto al escultor Marcel Delgado, realizó los complejos modelos a escala, con estructura de alambre y forro de piel, que dieron vida al Rey Kong a través del sistema de animación cuadro a cuadro o stop motion. En mayo de 1932 comenzó el rodaje de la cinta “King Kong”, realizada por Cooper junto a Ernest B. Schoedesack, con guión de James Creelman y Ruth Rose, la mujer de Schoedesack.

Un año duró la realización y costó unos 650 mil dólares, pero el resultado fue esa gran película que aún perdura. Un equipo de cineastas viaja hasta Skull Island (Isla Calavera) para rodar una película. Allí hay una tribu de nativos que ofrendan una doncella a un gigantesco gorila que se prenda de la actriz del filme, Fray Wray. Sus compañeros parten al rescate, y en el camino, deben enfrentar a un serie de animales prehistóricos. Una de las escenas más impactantes es la lucha de Kong contra un tiranosaurio en defensa de su bello trofeo. El galán (Bruce Cabot) salva a la chica, y la expedición logra capturar a King y llevarlo a Nueva York para su exhibición. El amor del monstruo por la joven es fuerte, porque escapa, la vuelve a raptar y escapa con ella hasta lo alto del Empire State, donde, en una secuencia inolvidable, es abatido por unos aviones. Los efectos de O’Brien y la música de Max Steiner, han contribuido para convertir a King Kong en una de las mayores expresiones del cine fantástico.

EL MONO PROMORDIAL

La identificación que provoca el cine fantástico y que algunos expertos han determinado corre en dos direcciones: con la víctima y con el monstruo, acá están poderosamente representadas. Porque si bien se sufre por la pobre joven en manos del mino, también se goza con el poder del simio que viene de la selva (lo salvaje, lo antiguo), a destruir la ciudad (lo moderno, lo civilizado). A todos nos gustaría poder rebelarnos contra quienes quieren controlarnos y romper las cadenas como este gorila enojado para romper lo que se le cruce por delante. Sino, ¿por qué su caída desde lo alto del Empire State provoca compasión?

Según Gubern, “la cuestión de la monstruosidad animal requiere cierta atención, porque la relación entre el hombre y el animal ha sido siempre una relación de miedo o de poder (es decir, de violencia), en la cual o el hombre a dominado al animal (por domesticación o amaestramiento), o bien el hombre ha sido presa y víctima potencial de animales en estado salvaje. (...) El género terrorífico ha preferido contemplar la animalidad como pérdida de identidad, o bien como amenazadora monstruosidad de la naturaleza”.

El productor Dino De Laurentis, aprovechó la nueva ola de películas de animales y catástrofes de fines de la década del 70, para lanzarse en la producción de una versión moderna de “King Kong”. En 1976 John Guillermin firmó esta adaptación, en la que Carlo Rambaldi, creador de “ET “entre otros trabajos, realizó un enorme modelo de un gorila mecánico para algunas secuencias, aunque el personaje principal fue nada menos que el especialista en maquillaje y efectos especiales Rick Baker enfundado en un traje de mono. Jeff Bridges y Jessica Lange fueron la nueva pareja protagónica. Desaparecieron los dinosaurios, aunque se mantuvo una escena de lucha entre Kong y una serpiente gigante y en vez de un clímax en el Empire State, Kong sucumbió arriba de las ya extintas Torres Gemelas.

La versión actual, protagonizada por Jack Black, Naomi Watts y Adrian Brody, se apega bastante fielmente a la historia original. Mantiene la época y la isla llena de dinosaurios. Pero es un trabajo fastuosos, de técnica impecable, de brillante desempeño audiovisual y con una carga romántica de otra época, a pesar de los espectaculares efectos especiales. Además, agrega nuevo material en sus más de 3 horas de duración, pero sobre todo, le otorga un nuevo ángulo a la relación entre la bella y la bestia. Ya no hay aquí las pulsiones zoofílicas de la versiones anteriores. Se trata de una conexión más espiritual entre Naomi Watts y un Kong viejo, lleno de cicatrices, el último de su especie.

Quizás, como anota Gubern en su libro “Las raíces del miedo”, la clave esté en el mismísimo padre de la sicología moderna. “Freud buceó también acerca de la supuesta paternidad animal de la tribu y acerca de las zoofobias infantiles, neurosis edípicas en las que se asimila en animal velludo, feroz y potente (hipervirilizado) a la imagen del padre. Bajo esta luz King Kong se convierte en la más bella alegoría edípica de la historia del cine”. Resulta que después de todo, King Kong, vendría siendo como un padre. Qué tal. Papá mono.

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