Mujeres exuberantes y potentes ejemplares masculinos, delineados por el magistral uso del aerógrafo, hacen fantasear a millones de seguidores del Noveno Arte. De vocación intransigentemente contestataria, los autores del cómic erótico defienden sus trazos y se oponen a la tijera y a la censura. Aquí proponemos una pequeña guía para no perderse en este laberinto de viñetas rebosantes de sensualidad.
Aunque para muchos sigue siendo cosa de niños, hace rato ya que la historieta ganó la mayoría de edad, entregando a la posteridad grandes obras de destacados maestros. Aun así, el mal llamado “cómic para adultos” suele ser identificado en forma simplista con pura pornografía, cuando entre sus diversas manifestaciones incluye desde el género policial al histórico, pasando por la ciencia ficción, el cómic de autor, el experimental, las adaptaciones literarias y un sinfín de expresiones creativas.
El erotismo, omnipresente en todas las artes, no podía quedar fuera del cómic. Y es que el cómic erótico existe y tiene a su haber artistas y trabajos importantes, alejados de la poco creativa pornografía, entendida como aquellas historietas sin contenido o audacia formal, que -al igual que su bastarda parienta cinematográfica-, se dedican solamente a la exhibición de miembros erectos, vulvas hambrientas y coitos constantes sin ninguna justificación narrativa.
Mujeres exuberantes y potentes ejemplares masculinos han desfilado en los cuadritos de múltiples historietas, llenándolas de sensualidad, pero, a la vez, de un aporte a la madurez del llamado Noveno Arte. Ya en los años ‘40, cuando la aventura comenzó a proliferar en el trabajo editorial, aparecieron gallardos galanes y audaces heroínas que sugerían la vieja e inevitable atracción entre los sexos. Pero el férreo control impuesto por los syndicates (las empresas que distribuían las historietas en los periódicos) mantenía a Eros a raya. A lo más se insinuaban curvas turgentes bajo los trapos selváticos o los ropajes futuristas. Jane, la compañera de Tarzán, o Dale Arden, la pareja de Flash Gordon, eran las bellas en peligro que los héroes debían rescatar, pero también podían aparecer como mujeres de armas tomar, que luchaban por sus hombres. Claro que en algunos países, debido a la férrea fiscalización de la moral a cargo de gobiernos opresivos, estas voluptuosas chicas de las historietas eran censuradas y simple y llanamente, se les “borraban” –literalmente- las curvas, para dejarlas planas y castas.
BARBARELLA Y VALENTINA
No fue hasta los años ’60, gracias a los vientos renovadores de la contracultura, la revolución sexual y los aires libertarios que recorrieron la sociedad entera, que el cómic también se destapó. Fue el tiempo en que recién el cómic era tomado en serio y se veía como un arte incipiente del gusto del público adulto. Uno de los primeros en demostrarlo fue el francés Jean Claude Forrest, el autor de la ya mítica “Barbarella”.
Heroína feminista intergaláctica (encarnada en el cine por Jane Fonda), Barbarella vivía peligrosas aventuras en el espacio a la vez que desprejuiciadas odiseas sexuales con los más diversos y extraños personajes. Inspirada en Briggite Bardot, fue “una puesta al día de la ingenua libertina, de Colette”, al decir del destacado especialista Roman Gubern, “con su desenvuelta y desinhibida sexualidad fruto de una candorosa moral más allá del bien y el mal, acorde con las propuestas mitológicas del arquetipo femme-enfant en la cultura de masas”.
La vanguardia del cómic europeo, donde primero se consolidó la idea de autor, dio cabida a grandes guionistas y dibujantes, como el español Enric Sió con “Mara” y el italiano Guido Crepax y su creación “Valentona”. Según el cineasta Carlos Saura, gran seguidor del trabajo de Enric Sió, “Mara es la plasmación de algo soñado donde un erotismo sadomasoquista campea respetuosamente sobre el limpio diseño y las tenebrosas oscuridades”.
En el libro “Guido Crepax”, suerte de autobiografía del autor francés, se describe así a su magnético personaje: “La encarnación de Louise Brooks, la soñadora masoquista, la fotógrafa dominante, la exhibicionista romántica, la bellísima andrógena, la dulce muchacha con el culo más bello del mundo (como “Justine”). La incomparable Valentina había nacido”.
En Estados Unidos, al calor del movimiento contracultural, avalado a la vez por el surgimiento del Pop Art, surgió un importante movimiento de cómic desprejuiciado, adulto y alejado de las grandes empresas editoriales. Su máximo exponente es el genial Robert Crumb, autor de vocación intransigentemente contestataria, y el creador de todo un símbolo de la lucha contra la hipocresía de su sociedad: “El Gato Fritz”. Felino jaranero, promiscuo y vividor, Fritz vivía aventuras urbanas cargadas de sexo, drogas y alcohol. El gato y sus demás personajes, además de una serie de divertidas y corrosivas historias -muchas de carácter autobiográfico- ilustraron con un estilo satírico y grotesco el fetichismo, las fantasías y frustraciones sexuales de toda una generación.
UNDERGROUND
Cobijados en un principio en el mismo movimiento marginal, surgieron otros dibujantes que se inclinaron por el género de la fantasía heroica, con héroes llenos de músculos y testosterona y heroínas de una sexualidad exagerada que vivían desencantadas aventuras en mundos lejanos y exóticos. Con poca ropa y espada en mano, los caracteres de Fran Frazetta y Richard Corben, por ejemplo, dieron origen a un vasto imaginario que mezclaba el erotismo y la épica. En especial Corben, que con una técnica que privilegiaba el volumen a través del magistral uso del aerógrafo se ha impuesto como todo un maestro, lo que se puede apreciar en sus mejores obras llenas de mutantes, en especial la serie de Den.
Gaetano Liberatore, creador del personaje Ranxerox, describe así los personajes femeninos dibujados por su colega Corben: “Sus mujeres jamás son figuras de diosas abstractas... Son muy reales y encarnan el deseo más primario de todo hombre con sangre en las venas”.
Como explica Dennis Wepman en “Richard V. Corben y el Arte de la Fantasía” (“Historia de los Cómics”, Toutain Ed.), “su obra siempre ha mostrado la figura humana de una forma franca y voluptuosa, pero Corben nunca ha sido pornógrafo; en 1981, cuando le preguntaron si creía que su obra era erótica, se puso pensativo y contestó que “puede que sensual”.
Dentro del auge del manga o cómic japonés, se encuentra una serie de artistas que hacen un magistral uso del sexo para la realización de historietas de diversos géneros. Autores como Wataru Watanabe, Shiyoji Tomo, Kaori Asano y otros muchos, han podido dar cuenta de una irónica libertad en un medio algo restrictivo. Con la única salvedad de no mostrar genitales, hay millones de páginas con las escenas de sexo más duro en las que un espacio en blanco o, al revés, una franja oscura, tapan lo justo y necesario. En enero un juez nipón, invocando un artículo del Código Penal, sentenció a un año de cárcel al editor de una publicación de manga, aduciendo que estas ilustraciones producen influencias nocivas para la moral sexual.
En Europa, son muchos los que han hecho del erotismo uno de los temas clave de su trabajo, llegando a experimentar en zonas más límites del género: el sadomasoquismo, la homosexualidad y el sexo duro. Es el caso de los italianos Eleuteri Serpieri y su saga de ciencia ficción “Druuna”, o Tanino Liberatore y su héroe cyberpunk “Ranxerox”, un androide en que la brutalidad es característica, ya sea en la violencia o el sexo. En Francia, se puede encontrar desde las rotundas mujeres del picaresco Georges Pichard, hasta el sexo como arma intelectual que desarrolló Gerard Lauzier en sus obras llenas de cinismo y desvelamiento social.
En Estados Unidos, la refrescante sexualidad de “Little Annie Fany”, de Harvey Kutzman, convertida en un clásico de Playboy, o los experimentos límites de Howard Chaykin en “Black Kiss”, mezcla de sexo explícito, aventura policial y vampirismo, son dos exponentes del cómic erótico contemporáneo.
Dos de los más destacados artistas del cómic erótico se pueden encontrar a ambos lados del Atlántico. Sacando la cara por el continente sudamericano está el sin par Horacio Altuna, dibujante de mujeres perfectas en su sensualidad y de historias llenas de humor y situaciones donde la libertad sexual y el absurdo van de la mano. Es autor, en conjunto con el guionista Carlos Trillo, de historietas de gran calidad y contenido, donde el humor y el erotismo son una herramienta más de una lograda crítica social, desencantada y certera, como se puede apreciar en “El Loco Chávez” y “El Último Recreo”, entre otras. En el plano intrínsecamente erótico, Altuna tiene un serie de relatos cortos realizados para la revista Playboy y compilados en un par de libros con su lúbrica batería de mujeres despampanantes, activas y desprejuiciadas.
¡CLIC!
Otro de los grandes exponentes del cómic erótico es italiano, y ha logrado componer un universo propio, rico en lecturas y expresividad, donde la aventura interior se mezcla con la exterior. Las protagonistas de sus historietas son casi siempre mujeres, bellas hasta la exasperación, de cuerpos perfectos, cargadas de una sexualidad explosiva y a veces fatalista. Como Claudia, que sólo puede expresar su arrebatador erotismo a través de un aparatito que controla a distancia sus impulsos en las cuatro partes de “¡Clic!”. O la inolvidable Miel, la protagonista de “El Perfume del Invisible” y otras historias, dueña de una sexualidad perturbadora, y que debe su nombre, como ella bien sabe demostrarlo, al peculiar sabor de su sexo.
“El erotismo alevoso, ornamental, juguetón, de Manara, tiene mucho de burla y nada de perversión, como un cuento del Decamerón o las exaltadas hazañas eróticas de Henry Miller”, escribió Juan Sasturain, eminente cómicólogo argentino. Y agrega sobre una de sus obras más exitosas y controvertidas, “¡Clic!”: “Una socarrona ironía recorre el relato lineal, aparatosamente explícito en su intención, disparatado en su mecanismo narrativo -el mágico aparatito- y mucho menos disparatado en su abierto e inteligente final. Reflexión jugosa, directa y divertida sin vueltas sobre la hipocresía y la represión sociales y los oscuros recovecos de la mente frente a la majestad del deseo”.